Migajas de carne blanca


Doblé la esquina que está a media cuadra de mi casa y escuché que alguien le gritó a una vecina: «Mercedes, están dando pollo por pesca’o». El pedazo de pollo que el estado nos vende a precio subvencionado y que por su mandato debemos consumir en un mes, solamente es de una libra y cualquiera lo puede ingerir en una comida. Cuando envían pollo (que lo prefiero) en sustitución del pescado, la cantidad es de once onzas para el mismo periodo. Cuba es un archipiélago y se supone que por esa razón no debían faltarnos los productos del mar; pero por la indolencia e ineptitud estatales, padecemos desabastecimientos y racionamientos de este y otros alimentos en nuestro país. Además, ¿es el pescado (jurel, que es el que siempre ofrecen) el único habitante de las aguas marinas? ¿Y las langostas y los camarones? ¿Y los peces de altura como el emperador, el serrucho, el atún, etc.? ¿Y los peces que se crían en las presas? ¿Y los de río? Es como padecer la prolongada y antagónica ironía de vivir en una granja avícola y comer continuamente pescado. Cabe añadir que también para un mes nos asignan media libra de picadillo —más bien es una pasta ampliada con soya—, media de mortadella (si la ponemos dentro de un pan, nos la merendamos) y 10 huevos per cápita. ¿Y la carne de res y de cerdo? ¿Y la de carnero y chivo? Tanta ineficiencia y manipulación no han afectado nuestra memoria, pues todos sabemos que en el mar viven muchas especies, que también existen variedades de aves y diferentes clases de mamíferos cuadrúpedos comestibles.

Es cierto que hay un mercado paralelo estatal donde expenden algunos de estos productos liberados y en moneda nacional, pero los precios son abusivos y solo una minoría puede adquirirlos. También coexisten los que venden en moneda dura —a los trabajadores les pagan un salario que oscila entre 500 y 600 pesos cubanos— donde hay variedad de cárnicos —a $2,75 el kilogramo de pollo y $9,50 el de carne de res—, pero son igualmente tan elevados, que no están al alcance del cubano medio, que tiene que adquirir el dinero fuerte a 25 pesos cada CUC (equivalente a un dólar) en las casas de cambio. A todo esto debemos añadir que ni siquiera la ofertan en todas las tiendas y además, no siempre hay.

Los carniceros, que a pesar de sus salarios mediocres, casi todos llevan en sus cuellos pesadas cadenas de oro —más bien parecen raperos o reggaetoneros de última generación— y ruedan vehículos automotores que cuestan casi lo mismo (a veces más) que las destartaladas y hediondas carnicerías estatales donde laboran, pasan días o semanas esperando que llegue algún comestible a esos vacíos y empobrecidos establecimientos. Cuando los abastecen están de fiesta, porque de esa jornada «por error de las inteligentes pesas» y ‘otras jugadas’ con los suministradores, les quedará mercancía para subastar a sobreprecio negro. Pero ellos son solo el resultado o una parte del problema que es responsabilidad o irresponsabilidad de las autoridades. Así nos impusieron el pez claria, que «debe resumir» nuestras expectativas carnívoras y que como un reptil terrestre se mete en patios, alcantarillas y potreros y alimenta, entre otros, de heces y ratones. ¡Dios nos libre! Yo no la consumo, pero sé de muchos compatriotas que sí lo hacen.

Los cubanos, que con nuestra «dieta panadera», aparentamos estar «sanamente rollizos», ya olvidamos el sabor de la carne de res, porque aquí las vacas, como en la lndia, parecen ser sagradas; al menos para el ciudadano común. Nos evitaron la enfermedad de «las vacas locas» y la población «está loca» por recuperar el derecho de comer carne en su dieta diaria o con la frecuencia que sea capaz de pagarla —como era antes de 1959—, no cuando el estado entienda que debe hacerlo y en qué cantidades. Tal parece que la carne de res y otras delicias, son un rezago de «los malos gobiernos» que los precedieron; así que los dirigentes «la destiñeron» preocupados por nuestra salud y nos la desaparecieron para afirmar nuestra calidad de vida. Por tanto, es un reflejo incorporado que el color rojo debemos priorizarlo únicamente para digerir política e ideología. Esas limitaciones nutricionales han despertado nuestra voracidad por ese alimento vital, pues todos estos años han tratado de implantarnos, sin Yin ni Yang, una dieta vegetariana o macrobiótica sin derecho de réplica ni de elección; pero como además de los problemas con el pescado y de que somos un país agrícola, también tenemos dificultades con los vegetales, las semillas y los cereales, no han podido domarnos del todo el paladar y nuestras preferencias alimentarias.

Por eso a muchos nacionales del patio no les importa si el pollo está genéticamente modificado, si el pescado lo hallaron flotando «mansito» en una nata negra y asumieron que era una donación de la British Petroleum; si a nosotras nos sale barba o a nuestro esposo se le afina la voz, como sentenció Evo Morales, el homófobo presidente boliviano. Quizás algunos conciudadanos, que parece que tienen el estómago en el lóbulo frontal y la inteligencia se les va para ‘el codo’, cuando de comida se trata, subrayen: «no importa si tiene escamas el pollo o plumas el pesca’o, el caso es que sea carne».

Acerca de Rosamaría Rodríguez Torrado

La rosa descalza, es el blog de una cubana que emite sus opiniones a rostro desnudo desde La Habana, Cuba. Una rosa sin máscaras...
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6 respuestas a Migajas de carne blanca

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  5. Pingback: White Meat Crumbs | Barefoot Rose, a blog from Cuba

  6. Muy interesante todo el artículo, en particular lo de la (Claria) me llamó mucho la atención, estuve leyendo y parece que los pantanos de los Everglades están infectados con esta plaga que está destruyendo la población de peces autóctonos del pantano.En USA se le llama «walking catfish» y no se usa para comer, es parecido al «snakehead» que los chinos introdujeron en USA y se reproduce igual de rápido, «camina» también y tiene la misma voracidad. Los chinos lo introdujeron en el país porque lo usan como medicamento para ciertos males y venden carísima la libra de «snakehead». También en USA hay otra plaga que es la de la Carpa asiática que está acabando en el río Missisipi, esta no es omnívora como los anteriores ejemplos per su voracidad por el plancton es tan grande que deja sin comida a los demás peces. Es una lástima que no tengamos un Imperialismo Yankee para echarle las culpas como los Castro, tampoco lo tenemos en cuanto al problema económico. Le escribiré a Obama a ver si puede inventar un imperialismo yankee para echarle las culpas, es más fácil.

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