Ciguarayas y doble moral

Imagen tomada del sitio: "santeriareligion.net"

Regina es mi amiga de los años. Terminamos la primaria, ella se fue para las Camilitas, siguiendo los pasos —y marchas— de su padre militar, pero entre sus pases de fin de semana, nos veíamos y compartíamos en su casa o la mía e íbamos al cine, al parque, o adonde nos permitieran nuestros padres y edades. Cuando tuvimos novios escondidos salíamos en pareja, y cuando fueron autorizados también. Con el tiempo las visitas las reemplazamos por llamadas, pero siempre nos teníamos ahí: una voz amiga que afirmaba a la persona que vendría en nuestro auxilio al primer contratiempo. Gina —como la llamamos cariñosamente «en familia»— es una profesional muy capacitada que logró licenciarse con honores en una carrera de letras. Pero en los 90 dejó el trabajo, porque el magro salario que le pagaba el estado no le alcanzaba, y a la altura de ese decenio, de más de treinta años del mismo gobierno y la llegada del periodo especial, la excesiva politización se le antojaba rancia y las guaguas jaulas para transportar ganado.

Empezó «a luchar» por la izquierda con el carro familiar —transportar a personas en la ciudad por 10 ó 20 pesos per cápita— eventualmente, cambiando de ruta para no llamar la atención de la policía. Un día se le ocurrió que era mejor abrir un negocito a nombre de su madre jubilada, pues a ella, por ser graduada universitaria no le daban la licencia. Cortaron la cerca y pusieron un mostrador hacia la acera. La madre era la cara visible y ella su retaguardia en la cocina y las diligencias gastronómicas. Se volvió una excelente colaboradora de la organización opositora en la que milito, pero no quería comprometerse demasiado y arriesgar su filiación en las organizaciones de masa «por si acaso».

Unos años después, su esposo se vinculó a una empresa mixta en Cuba y se convirtió en un importante ejecutivo. La llamé hace poco porque no tenía noticias suyas recientes y me enteré por un desconocido que se había mudado. Debido a la solvencia económica que disfrutan en la actualidad, «resolvieron» una permuta por dinero para una residencia en Miramar. La llamé a su nuevo número telefónico y ya su trato no fue tan cordial. Me habló con parquedad de temas banales y de que tenía que cortar unas plantas en el patio que no le gustaban. Me dio sin mucho entusiasmo la dirección de su casa y me dijo que paraba poco en ella, porque comenzó a trabajar en la misma firma extranjera que el cónyuge.

El domingo la llamé y apenas me atendió. Me argumentó que estaba ocupada atendiendo al jardinero que contrató para que le arreglara el patio y cortara las plantas que le desagradaban. Resultó que eran ciguarayas. Como sé que es atea, le pregunté si ya las había eliminado y me respondió que no, que las dejaría allí «por si acaso».

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Ciguaraya: planta meliácea que se usa en medicina y en la industria. Las personas sacramentadas en las religiones de origen africano como la Regla de Ocha y el Palo Monte, le atribuyen también poderes mágicos y aducen que para cortarla, hay que pedirles permiso a los Orishas.