El rey castrense


Foto tomada de "La voz del sandinismo"

Foto tomada de «La voz del sandinismo»

No voy a referirme a la canción del mexicano José Alfredo Jiménez, sino al espíritu, a la intención que gravita como smog sobre el archipiélago cubano y parte del mundo. Dada la persona de la que se trata, debíamos estar acostumbrados a ese tipo de piruetas personalistas y publicitarias, pero en ese aspecto no deja de sorprendernos. Fidel Castro, el expresidente de mi país, parece que de vez en vez entona en los medios con su voz apagada como susurro de viejo conspirador y guerrillero, la melodía «sigo siendo el rey». Primero fue a Rafael Correa por su retoma de posesión en el cargo más alto de Ecuador, ahora hace pública una carta de felicitación a Daniel Ortega y a su esposa Rosario Murillo por sus intervenciones en la VIII cumbre de Petrocaribe.

No podía faltar en la misiva, «el reconocimiento» a la ubre negra venezolana, ahora liderada por el verborréico Nicolás Maduro. A lo largo de este proceso hemos constatado las adulaciones de Castro I a todo el que ha financiado o apoyado de alguna manera sus dislates y experimentos en su gestión al frente de Cuba. En la era soviética uniformaron a nuestros niños a la usanza rusa, llenaron de películas y muñequitos de ese país nuestra televisión y hasta nos pusieron a estudiar el idioma ruso por radio.

Todavía muestra el mismo discurso político anquilosado e inconmovible —para los cubanos—, anclado en décadas pasadas que no tiene posibilidad de éxito, porque deja tras de sí la esquela de atraso, corrupción y falta de libertades que propicia, entre otros muchos abusos, el excesivo control. Por eso comienzan con populismo y se transforman en dictaduras —¿o será algo implícito previsto por los líderes-caudillos?—, porque solo así pueden permanecer en el poder a pesar de sus rotundos fracasos e ineptitudes. Desde la burbuja política lisonjera con su oxidada cadena, se proyecta el líder histórico de la llamada revolución cubana, ajeno quizás a las reformas que su hermano Castro II le está haciendo a su inflexible modelo, pero al tanto de quienes aportan a la continuidad de su apellido, familia y abolengo para deshacerse en elogios.

Si alguien tiene alguna duda de las lisonjas de Castro I solo tiene que remitirse al final de la carta de marras, con fecha del 29 de junio de 2013. En ella cometió un error histórico garrafal de borrar de un teclazo la conocida frase «Hasta la victoria siempre», de Ernesto «Che» Guevara, para adjudicársela a su amigo y acreedor petrolero Hugo Chávez, quien la tomó prestada, incluyó como despedida en sus discursos y hacía uso reiterado de ella. Nada, que si París bien vale una misa, el petróleo venezolano que les garantice la permanencia en el poder, bien merece cualquier alabanza, aunque sea una barrabasada.

Acerca de Rosamaría Rodríguez Torrado

La rosa descalza, es el blog de una cubana que emite sus opiniones a rostro desnudo desde La Habana, Cuba. Una rosa sin máscaras...
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2 respuestas a El rey castrense

  1. Ay, Rosa, los Castro han prostituido a toda Cuba a cambio de poder.

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  2. Arnaldo dijo:

    Pues si amiga Rosa,todos creíamos que quien utilizaba esa cacarada despedida Guevarísta hasta en la sopa era el dictador cubano.Hoy nos enteramos que no es así…¡Lo que hay que oír!.

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