Mucho ruido y pocas nueces

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Con mucho bombo y platillo anunciaron al mediodía del 17 de enero, un «importante» espacio televisivo que tendría lugar esa noche sobre «los cambios en la programación de la televisión cubana». Esperé entre incrédula y esperanzada porque a veces es bueno que nos sorprenda lo inesperado, pero esta vez tampoco fue así. Como dijeron un grupo de amigos de mis hijos que estaban en casa a la sazón: «tanta muela bizca (charla o teque) durante más de media hora, solo para incrementar —esta vez sustancialmente— las transmisiones en vivo de la televisora Telesur«. Lo demás fue para «barajar» las coordenadas programáticas de la TV por la escasez de programas que tienen. Cambiaron de canales a algunos espacios de producción nacional como si al hacerlo, fueran a mejorar su factura y las transmisiones en general. Es como cambiar los muebles de lugar para hacerse la idea de que se tiene más espacio y confort.

Por primera vez vi en cámara los rostros de «los gurúes» o directivos de los cinco canales de la televisión nacional. No puedo entender por qué se necesitan tantos masters y licenciados para dirigir una televisora de tan mala calidad. Creo que nadie puede comprenderlo, porque al compararla con la etapa previa a 1959, casi ninguno de los directivos de ese medio masivo de difusión completó estudios superiores y sin embargo todo funcionaba con eficiencia. ¿Por qué ahora no?

Sabemos que la opinión del pueblo no resulta de interés para las entidades, así como tampoco parece interesarle al gobierno, que solo se apoya en él para que ratifique con un voto —con el fin de legitimar su gestión hacia el exterior— lo que ellos planifican y deciden,
y así lo hicieron reiteradamente, durante décadas, en este modelo fracasado. Los cambios suceden cuando lo decide la nomenclatura, en un claro desprecio por la voluntad popular. Así que el pretexto aparecido en la prensa escrita que de los cambios en la programación televisiva se deben «a las solicitudes e intereses de los espectadores», es una falacia.

El «trueque» de mayor relieve resulta la transmisión en vivo de Telesur, de la que solo nos permitían unas horas «diferidas» en el horario nocturno y ahora, después de casi ocho años de existencia y de contribuir nuestra sociedad a su financiamiento, van a concedernos más de 13 horas diarias como una «generosa» concesión gubernamental. ¿No era mejor haber habilitado un canal para esa televisora multinacional? Continúan «dándole agua» a un dominó que tiene las fichas marcadas y todo el mundo lo sabe. Ello ha influido en que la realización de los programas cubanos tengan cada vez menos calidad y reciban el rechazo de la ciudadanía, que es la que en definitiva los consume.

El pueblo recibe con beneplácito la adición de horas de difusión de Telesur a la bandeja mediática cubana, pero no con mucho entusiasmo, porque en definitiva ya esta sociedad hace más de cincuenta años que está saturada de la propaganda política, los largos discursos y la comparecencia reiterada del caudillos en nuestra pantalla, algo que está viviendo desde hace relativamente poco el continente sudamericano.

Quizás otro de los objetivos fue «subirle la varilla» a la prensa nacional, que ya está a la defensiva y no acaba de romper su propio bloqueo conductual —quizás por miedo a lacerar sus prebendas—, del cual no es totalmente responsable y porque sospecha o supone —es comprensible— que en Cuba la libertad mediática puede ser «un estetóscopo en su salud ideológica o en la sala de redacción de la prensa«. ¿Hasta dónde podrán tratar los temas con objetividad? Me imagino que ninguno de «los muchachos» de los medios oficialistas quiera dar el primer paso. Es natural que después de cincuenticuatro años de coartar las libertades y los derechos a la prensa, a los realizadores, a los escritores y a todo el terreno ciudadano cubano, exista una resistencia —por indefensión acumulada— a los cambios. Ahora las autoridades les pasan a los profesionales de nuestros medios la responsabilidad por la falta de transparencia informativa de sus espacios y lo panfletarios de los mismos. Así les pagan su incondicional alineación.

Muchos hemos recibido ahora de la televisora del sur un gran número de noticias e informaciones en tiempo real que antes nos dosificaban en el sistema mediático cubano; entre ellas la toma por las tropas francesas de dos ciudades del norte de Mali, la solución militar del conflicto de los rehenes en la planta de gas de Argelia, que Ecuador está por arribar a los diez millones de usuarios de internet y por primera vez muchos escuchamos el discurso en vivo de la toma de posesión de un presidente de los Estados Unidos. La celeridad con que el gobierno está moviendo sus «hilos reformistas» despierta inquietud y sospecha en la sociedad que sabe que la dictadura ha dicho que «esto es para más socialismo». Así que «estas metamorfosis» que se realizan y avizoran en el horizonte sociopolítico cubano, son más para la conveniencia y sobrevivencia del régimen que para una verdadera transición hacia un mejor destino para nuestra nación.