Reciclaje

Foto bajada del sitio: «romeriasdemayo.blogspot.com»

En las décadas de los 60 y 70 irse del país era una partida sin retorno, que para muchos representaba perder al familiar para siempre. Por lo tanto, las despedidas eran más traumáticas y desbordadas de mayor aflicción que en la actualidad y fertilizadas con más lágrimas. Solo la esperanza de la reunificación en países democráticos, mantenía a la familia unida a pesar de la distancia, del escarnio reiterado, de la correspondencia examinada en el microscopio policial, de los paquetes abiertos, rotos, decomisados o perdidos —esto aún sucede—, y de las esporádicas y tortuosas llamadas telefónicas por terceros países.

La ruptura sentimental que provocó en los primeros años el gobierno cubano, dista mucho de la solidaridad en el infortunio que se establece hoy entre los que se van y los que se quedan. Los emigrantes de los primeros tiempos eran despóticamente vejados y entre ellos se marcharon pudientes políticos y capitalistas del régimen anterior que crearon, con algunos medios masivos de difusión, estados de opinión en las comunidades de emigrados donde se establecían. Los que se marcharon en las últimas décadas, no tienen la misma influencia ni capital que los emigrantes precursores, pero tienen una visión más constructiva y mantienen un intercambio más o menos regular con los amigos y familiares que se quedaron acá.

Con el cambio del lenguaje, también se reciclaron los pregones. Resulta inevitable escucharlos y comprobar, en el ajetreo diario de las tareas domésticas, cuanto han cambiado los antiguos ofrecimientos de frutas y servicios, por otros anuncios como «compro armadura de oro de espejuelos, cajas doradas de relojes antiguos, cualquier pedacito de orooo», etc. También hay quienes compran hasta planchas viejas, ropa de uso y botellas vacías de ron y cerveza. Vocean con sus necesidades el empobrecimiento general de la sociedad, pues los del presente, más bien parecen gritos de auxilio o una vergonzosa promoción de nuestras miserias.