China ‘buey’ of life

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Algunos ideólogos y muchos seguidores de la izquierda mundial, acuñaron la etiqueta de que los estadounidenses constantemente, trataban de imponerle al mundo su American way of life. Un país tan rico, con su nación diversa, trabajadora y productiva, creó a partir de ellos mismos, una particular concepción sobre la sociedad de consumo, la economía de mercado y el sistema democrático, el suyo. Establecieron además, como parte de su estilo de vida e idiosincracia, patrones culturales que resultan identitarios, que gustan a grandes grupos sociales en muchos países del orbe y que en los años recientes se han universalizado más con la globalización.

Narran los historiadores que la animadversión izquierdista era tal, que el superhéroe de historietas (comics), ícono de los Estados Unidos, Superman —ideado por la imaginación del escritor Jerry Siegel y el lápiz del dibujante Joe Shuster—, fue ampliamente atacado por los líderes de las colonias ideológicas de la Unión Soviética, que decían que el personaje, con sus licencias creativas tendenciosas, era una analogía del poder militar de ese país. Cuba, por supuesto, no podía quedarse atrás, y no fue hasta los 70s que pudimos ver la película de Superman, protagonizada por Christopher Reeve. Igual sucedió con Popeye, al que le endilgaron un rótulo parecido y hubo que esperar a que un intolerante con poder autorizara a que los pasaron por la tele.

Hace dos o tres años que nos impusieron a los cubanos un tiempo de transmisiones diferidas de CCTV, la televisión china —después de ser revisadas por los censores—, en nuestros telerreceptores. Allí hemos tenido que digerir los bodrios folclóricos de una cultura muy diferente a la nuestra, pero es bien sabido que las autoridades adulan a los gobiernos que los ayudan económicamente. Hago esta afirmación porque cuento con los precedentes de la antigua relación del gobierno de mi país con la Unión Soviética y constato como se repite con Venezuela.

Vuelvo al carril temático de la televisora CCTV, porque hace pocos días mi esposo y yo vimos parte de un espectáculo musical en el que cantaban varios artistas chinos y nos sorprendió la visible influencia de la cultura occidental que evidenciaban sus interpretaciones. Nos quedamos con la idea de que, si no fuera por el idioma, al cerrar los ojos no hubiéramos sabido diferenciar esa actuación de otra originada en los Estados Unidos. El espacio ofreció una golosina cultural que se distinguió por el sabor pegadizo y comercializable del pop, con ingredientes del jazz y la apetitosa cocción folclórica del rock ‘n roll, como una vendible y atractiva imitación. Por influencias del American way, al parecer el mítico dragón asiático se está transmutando en un «China buey», y los patrones culturales que dicen que los estadounidenses tratan de propagar por el mundo, no es que sean impuestos, es que son contagiosos.