Fin de año e inicio de problemas

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En el área donde resido tenemos un centro comercial llamado Mónaco, que era un lugar importante y bonito en mi niñez. Aun hoy, a pesar de su fealdad y abandono generales tiene cierta importancia, porque a él concurren múltiples mercaderes particulares que venden hasta cajas de muerto, y a su alrededor hay establecimientos como cine, heladería, remedo de parque de diversiones, pizzería, agromercado, banco, panadería, tienda y varios quioscos estatales que hacen que sea una zona frecuentada en esta parte de la Víbora.

En la tienda dolarizada de ese complejo, en la que mi esposo y yo a veces compramos los víveres y otros productos de primera necesidad, le robaron el móvil al vendedor de confituras, hace apenas una semana. El hombre, entre indignado y sorprendido, no se explicaba cómo lo habían sacado de la parte de abajo del mostrador donde acostumbraba a ponerlo, lejos, según creía, de la vista y el alcance de los compradores. «Es que se acerca el fin de año y la jugada está apretada», comentó.

Este 1 de diciembre, sorprendieron en el mismo comercio a una señora a la cual catalogaron «de buen ver», que al salir descubrieron que hurtaba dos paquetes de pollo y dos tubos de picadillo. Esa Aladina tropical de manos ágiles y mala fortuna pasó, posiblemente, el mal rato de su vida, pues los trabajadores de la tienda llamaron a la policía. Mi esposo y yo nos fuimos sin saber como terminó aquello, pero pensamos que exageraron al solicitar la presencia de los gendarmes, pues todo el mundo se imagina cuánto buscan diariamente las personas que laboran en esos centros, como casi toda la sociedad cubana, que es compulsada a estar al margen de la ley para sobrevivir.

Comenzó el último mes del año y como cada diciembre, se incrementan los robos en la capital. Hay quiénes delinquen porque han elegido ese oficio parásito de la obtención de dinero u objetos fáciles a costa del sacrificio de los demás, pero hay quiénes lo hacen porque los tientan la oportunidad y la pobreza generalizada, los bajos salarios y los productos en moneda dura expuestos como cachetadas en las vidrieras. También porque tienen hambre o sencillamente porque quieren dibujar la expresión de satisfacción de un buen almuerzo en el rostro de sus hijos o quizás anhelan tener algo que llevar a la mesa de su familia en las tan simbólicas fechas de Navidad y Año nuevo. Habrá muchos que a lo mejor celebraremos el nacimiento de Jesús o el advenimiento de un nuevo año con unos espaguetis o un simple pan con ingenio, pero en familia, junto a la que oraremos para que nos fortalezca en la fe y la honradez, que deben ser dos de las peticiones fundamentales que elevemos los creyentes con nuestras plegarias en esas fechas.