Aberración democrática o ablación de los derechos

Un voto descuidado es un derecho perdido, y la indiferencia en el sufragio la antesala del déspota.
José Martí. «Patria.» N. Y. 16 de abril 1893. «Las elecciones del 10 de abril.»

Hallado en: «radioguantanamo.icrt.cu»

El pasado domingo 21 de octubre se celebraron elecciones municipales en Cuba. Para los extranjeros que desconocen o no siguen nuestros asuntos puede ser una noticia alentadora; pero para los cubanos verdaderamente demócratas es la puesta en escena de siempre con la misma compañía y con los mismos actores del partido único. Recuerdo que a partir de 1976, cuando este gobierno hizo su primera Carta Magna y comenzó a realizar comicios, cada vez que llegaba el día de los sufragios, les llevaban a la casa «generosamente» la boleta a los ancianos «para que no se molestaran» en asistir al colegio electoral. Aunque la Constitución cubana no establece que votar sea obligatorio, los dirigentes de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) de cada cuadra, tocaban a la puerta de sus vecinos —con toda seguridad, una insistencia orientada— y los alentaban a que votaran temprano. Existía incluso, la competencia «ideológicamente sana» entre los presidentes de los CDR, por finalizar pronto esa ‘tarea de la revolución’. Era natural verlos en el colegio mirando la relación de sus cederistas que aún no habían ejercido el voto para ir a apurarlos cariñosamente.

No sé si esa costumbre se practica todavía, porque hoy existe menos entusiasmo en los CDR y sus directivos a nivel de cuadra han bajado la presión sobre los ciudadanos en ese sentido. Son asesorados por la cruda realidad que nos circunda, pero también observados por la diligente clase dirigente de siempre, que no quiere transitar hacia la democracia para no perder «el pedestal» de sus prebendas. Todos saben que los que son confiables o de interés del partido, serán «casualmente», los elegidos por la sociedad para los diferentes cargos. Mira que dedicar el tiempo a entrenar al personal a participar en tales votaciones, para al final de cuentas —y cuentos— sean ellos los que dicen: tú sí, tú no, y Alarcón va a seguir siendo el presidente de la Asamblea Nacional —el llamado parlamento cubano— porque así «lo quiso» el pueblo.

Rafa y yo disfrutamos tranquilos y en familia nuestro domingo, pues no habíamos decidido nada para ese día, porque hace años que resolvimos no hacerle el juego al régimen ni participar en sus aberradas elecciones. Cuando en nuestra patria exista la pluralidad de partidos y cualquiera pueda postular un candidato con su programa de gobierno sin que limite o detemine «la integración revolucionaria», entonces seremos de los que se levantarán temprano a ejercer ese derecho para «no descuidarlo» como aludía Martí, y evitarnos promover  «por indiferencia en el sufragio» antesalas para déspotas. Pero mientras no exista un paisaje democrático en Cuba, los que amamos la democracia y somos libres de conciencia, no debemos hacerles el juego a los dictadores.