¡Tu cerveza aquí!

«tupregon.com»

Parece un pregón silencioso, una invitación clandestina al consumo de cerveza entre signos de embriaguez, no de admiración. El transeúnte sediento —niño o adulto—, no puede degustar con facilidad en La Habana, un refresco o una botellita con agua mineral cuando lo desea, porque en muchos establecimientos públicos que venden líquidos fríos en moneda convertible, suelen atiborrar sus equipos de refrigeración fundamentalmente de cervezas. Apenas dejan lugar para otro bebestible, y todo indica que son las bebidas alcóholicas, las únicas que les interesa refrigerar. Los empleados de cada brigada ponen pocas unidades de agua y refresco en las neveras para «cubrirse las espaldas» o guardar las apariencias. Es frecuente que al acudir a uno de esos negocios después de un rato de iniciado uno u otro turno, reciba respuestas como: «están calientes» o «no hay», y tenga que seguir su camino. Los llamados «Rápidos» son los centros donde más observo este problema. Me recuerdan aquellas cervecerías que existían en la capital hace unas décadas y a las que llamábamos pilotos, porque al igual que aquellas, a menudo tienen las mesas ocupadas por personas alegres y con un significativo número de latas o botellas vacías del líquido ambarino encima de ellas. Igualmente, en otros sitios no habilitados para el consumo, como algunas tiendas, quioscos y variados comercios, se repite la carencia de refrigeración que perjudica a los clientes.

Me pregunto por qué y me respondo que parece que es gracias a la bebida espumosa, que obtienen sus gratificaciones; la plusvalía que saben que por años el estado les expropió y el sueldo justo que les negó. En esos recintos cada quien «lucha» el salario real que les aporta la moneda capaz de proveerle un estilo de vida medianamente decoroso, y con el que pueden satisfacer algunas necesidades básicas suyas y de sus familiares. El estado ha obligado a la mayoría de los ciudadanos a cometer ilegalidades a diario para poder sobrevivir. En el largo y fracasado ejercicio de gobierno, nos hicieron víctimas de sus arbitrariedades y nos convirtieron a casi todos en una población penal.

No caigo en las trampas oficiales cuando destapan un asunto de este tipo, que los ubican en rústicos y particulares alambiques, afincados en casas o lugares sucios, inadecuados y no autorizados. No lo creo. Las cervecerías clandestinas están en las fábricas estatales, usan los camiones del gobierno para transportar la mercancía, son dirigidas por los mismos jefes militantes que dividen la producción entre lo que es para el explotador y multimillonario estado y lo que merecen los empobrecidos trabajadores. Un autoajuste salarial del que muchos se «salpican» y benefician, que nadie ve, porque alcoholizados de corrupción miran para otro lado, con el fin de no perjudicar a ese más equilibrado y equitativo Robin Hood empresarial, con barriga cervecera y carné de comunista. Así que algunos caminantes debemos conformarnos con mitigar la sed y el calor tropical con refresco caliente, mientras que otros «llenan sus platos y bolsillos» con los transgresores frutos de la cerveza fría.

En nuestro país, la borrachera más multitudinaria que tuvimos históricamente, fue la caudillista. Ella hizo que entronizáramos al líder y a su grupo, lo cual costó que se apropiaran del país, nos condujeran a esta crisis de valores y a la ruina socioeconómica y política que nos oprime. Sobran motivos para que nos preocupemos por Cuba, pues cuando parece que se cae, porque mutada de ineficiencia e inmoralidad se tambalea, no significa que esté ebria, sino podrida.