Se cambia cambiando


Foto: Mario Leclere

Foto: Mario Leclere (clic en la imagen para ampliarla)

En Cuba, a menudo somos testigos de discursos al más alto nivel, en los que convocan a «un cambio de mentalidad». Es una nueva frase que subieron al podio de los «hits parades» políticos en los últimos tiempos en coherencia con el incierto o titubeante empeño de transformaciones anunciadas por el gobierno de Raúl Castro. Si bien se aprecian tímidas reformas y mejoras en algunos aspectos, hay quiénes piensan que es una zanahoria holográfica para permanecer en el cargo con agenda propia y garantizarles a los suyos el orden y la tranquilidad ciudadanas, así como la sucesión. A esta sociedad preterida y engañada le han quebrantado tantas promesas, que ya no cree en las que le anuncian ahora. Una parte de los cubanos opina que estamos frente a una de las campañas para involucrar al pueblo y manipularlo a favor de los inmovilistas de siempre. Es algo altamente recurrente en la historia cubana posterior a 1959.

Las direcciones de Cuba y del partido —son lo mismo— dicen que quieren implementar los lineamientos que trazaron apurados en 2010 para «analizar y discutir» en el último congreso que se celebró en abril de este año como programa de reformas de la política económica y social, pero tropiezan con el modo de vida que ha creado la estructura burocrática a través de décadas para defenderse del abuso de los simbólicos salarios impuestos por el estado, de las carencias materiales, de las contribuciones no siempre controladas hacia el exterior —ni divulgadas— y de los altos precios de las tiendas que venden en divisas. En la escalera administrativa existe tal nudo de corrupción fortalecido por los años, que ni el «magno» designio partidista ha podido desatar. Los dirigentes trafican con las influencias de sus cargos para obtener prebendas, disponen y negocian con los recursos del pueblo y «gobiernan» a su nivel con estilos y procedimientos copiados, en gran parte, a la élite de poder. Estos césares intermedios se han autoproducido en serie y a imagen y semejanza de lo que han visto durante casi cincuentaitrés años. Porque la alta dirección del estado, con el pretexto de prevenir de que se enteraran los enemigos de Cuba, han ocultado históricamente cifras y presupuestos y han ignorado a este pueblo mostrándole una falta de respeto tal, que raya en el desprecio. Llenaron de misticismo y secretismo la gestión en el gobierno para evitarse dar explicaciones y con ello crearon un río revuelto que se ramificó y permeó casi todos los estratos sociales. Así se estableció el clientelismo como norma dirigente, con el conocimiento de todos y de forma permanente. Es incomprensible por qué ahora hacen como que se desayunan con lo que fomentaron y estimularon por tantos años, para mantener a sus directivos involucrados y comprometidos como siervos en la dicotómica lucha por proveerles bienestar a sus familiares y preservar sus puestos al mismo tiempo. De cualquier forma, aún cuando desconocieran que estos problemas existían, son igualmente responsables por omisión, ya que la labor de la directiva de un país radica, entre otras, en la observancia y preservación de las estructuras administrativas para impedir que tales males se alojen en la sociedad.

Por las razones expuestas, es que no entiendo cómo alegan que quieren desatar la maraña de trabazones que sufre nuestra comunidad y que atenta contra su buen desempeño y desarrollo, riñéndoles a sus cuadros como si fueran los únicos responsables de lo que sucede, e incitándolos a pelear con sus subalternos cual circo en el que mirar a sus gladiadores luchar, como cristianos y leones, contra la improductividad, ineficiencia e intolerancia que ellos sembraron. ¡Vaya osadía! Los que convocan a un cambio de mentalidad, deben partir de la incorporación de ese cambio en ellos mismos y quitar los semáforos morales e intelectuales instalados en las leyes y los «no se puede» que han frenado y frenan la salud cívica de nuestro pueblo. Pretenden introducir reformas de modo gradual, pero gradualismo es hacer cambios lenta, continua y progresivamente, no en la medida en que van desapareciendo los líderes históricos. Quieren poner a todos a correr hacia sus nuevos proyectos; pero se golpean contra el muro de los que no desean cambiar hacia lo desconocido y más aún si nadie les garantiza la sobrevivencia de su modus vivendi. De esa forma queda el tratar de deshacer con el hacer sin tanto cuento, cacería o regaño de malos modos para continuar ganando tiempo. Ni macarthismo ni más castrismo: gobierno y parlamento reales y democráticos, no dictatoriales, es lo que necesita esta sociedad para reflotar del bache sociopolítico y económico en que la han sumergido. Se debe acabar con las amenazas paralizantes y pretextos de fórmulas mágicas para comenzar a introducir reformas: ¡se cambia cambiando!

Acerca de Rosamaría Rodríguez Torrado

La rosa descalza, es el blog de una cubana que emite sus opiniones a rostro desnudo desde La Habana, Cuba. Una rosa sin máscaras...
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3 respuestas a Se cambia cambiando

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